En la oscuridad cálida del escenario, un hombre baila con la dulce silueta de su sombra y una mujer nace en sus sueños mirándose en el rostro suave de un falso bebé y al despertar él aprecia su figura en el reflejo azul de una hermosa esfinge.
Y bailando inconscientemente, David cayó en el frío regazo ennegrecido, y arrullándolo sintió un abrazo azulino que estremeció su alma pero al despertar una pileta lo esperaba y un enorme palacio de cristal lo incitaba a buscar aquel tesoro perdido que había escrito en años que poco él recordaba. Era la luz que lentamente alejaba su tristeza y acrecentaba su esperanza e inquietud.
Su vida había sido una sombra, sus virtudes no eran más que imágenes borrosas, esperaba sentado en la cúpula del palacio a una reina, sus días transcurrían en visiones con ella. Ahora, su corazón latía con fuerza, presintió que pronto llegaría y exhausto se durmió.
Al día siguiente, despertó ansioso, la mujer que soñaba desde su juventud había llegado, vestida con túnicas y una rosa en sus cabellos armonizaban su caminar. Dijo llamarse Claudia y David hipnotizado se hundió en un mar de dicha y tranquilidad. Su quimera había arribado y hoy su vida se convirtió en color pues la oscuridad había perdido su batalla.
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